hay uno.
No es el miedo a perder tus ojos de sálvame
ni a que de pronto,
al abrir un mueble,
la ropa se te parezca.
tus cuchillos,
a que el tiempo apague tu último cigarro.
No es el miedo a que aparezca entre mis cosas
otra receta inútil
ni el miedo a sentirme desnuda sin tus manos.
No es el miedo a confundirte conmigo
sino a que caigas
de mi memoria
y yo no recuerde la forma donde estabas.
Muchas gracias por tu aportación. Me rindo ante vuestra entrega y generosidad y lo tendré en cuenta siempre.
ResponderEliminar