martes, 22 de noviembre de 2011

¿Cuándo deja el pasado de ser presente?


Se abre el hibisco a las ocho y diez de la mañana, un minuto antes de que despierten a los trajines del otoño las hormigas del naranjo. Hace mucho que el gato, ensimismado en su ficción de puma amazónico, se ocultó de las palomas.
Se desteje la vida entre la realidad y el delirio, entre lo vivido y lo soñado, la imagen imprecisa, como observada a través de unas gafas prestadas, de un cuerpo acariciado.
Hay personas destinadas a cambiar nuestras vidas. Personas que están a un tris de llevarnos al paraíso, pero que acaban abocándonos a las antípodas de este. Y no nos importa en absoluto. El naufragio forma parte del juego de vivir.
Y un alma desnortada no deja de cometer actos ilógicos, las últimas acciones que le empujan al abismo. Buscamos al héroe capaz de apostar el todo o nada, y acabamos convertidos en Tersites. O peor aún, en comensales sentados en la mesa equivocada mientras comen camarones pensando absurdamente en otra cosa.
Así es como, las ventanas del tiempo, desperezan sus ganas de vivir. Así es como, Dios, olvida la certidumbre total de lo que ha de pasar durante el día.
Porque un saxo sonando convierte la tristeza en otra cosa. Y porque hoy necesito escribir por encima de todas la palabra nacer. Mañana por la noche lloverán manzanas y parirán en junio nuevos hijos en el barrio más popular de las ciudades. Aunque no lo hagan. Aunque parezca imposible. Porque para que algo suceda sólo es necesario que alguien lo sueñe.

2 comentarios:

  1. Marta, ¿quién ha escrito este texto? Me parece genial. ¿En qué obra lo has encontrado?, ¿por quélo has elegido?

    A mí me parece el fragmento genial.

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  2. Lo cogí de internet.No sé quien es el autor.De hecho me salió de casualidad yo estaba buscando información sobre un trabajo de proyecto y me salió una pagina con textos,cartas,etc y este me gusto bastante

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